En nuestra cultura hablar de la muerte siempre ha sido un tema muy complicado, solemos negarlo y en su mayoría evitamos comentarlo, ya sea porque no sabemos que decir, porque nuestras creencias difieren y tememos herir a alguien o provocar dolor en el otro, e inclusive en nosotros mismos.
Dependiendo de la cultura, los rituales relacionados con la muerte son muy variados pero en su mayoría éstos incluyen expresiones religiosas, emocionales y hasta artísticas orientadas a honrar la vida del fallecido y favorecer que los deudos puedan ir asimilando la pérdida a través del acompañamiento y apoyo de familiares y amigos.
Experimentar una pérdida implica que se desencadene un duelo, el cual es un estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona o cosa amada, asociándose a síntomas físicos y emocionales.
El reto es que se pueda elaborar el duelo sanamente y sea un proceso de adaptación al nuevo escenario, donde ya no está presente el ser amado y su pérdida paulatinamente se vaya asimilando e integrando al diario vivir.
El apoyo tanatológico de un especialista tiene como objetivo transformar la percepción del evento y la sintomatología, favoreciendo la integración total de la experiencia. La intervención puede darse en diversos momentos, por ejemplo:
ANTE UN DIAGNÓSTICO DE ENFERMEDAD CRÓNICA, LIMITANTE, INCURABLE O MORTAL.
Aquí la intervención se inicia con el paciente y/o sus familiares, a fin de favorecer las diversas expresiones emocionales de incredulidad, angustia, frustración, tristeza, ira, etc., logrando con ello disminuir la pesada carga de la culpa y aceptar su nueva condición de vida o proximidad de su muerte.
CUANDO LLEGA EL DESENLACE
La intervención se lleva a cabo con los sobrevivientes de la pérdida, particularmente con familiares con quienes el vínculo fue más profundo (padres, hijos, hermanos, esposos, nietos y cuidadores) esto sin descartar amigos, compañeros de trabajo o vecinos con quienes hubo vínculos muy poderosos y también necesitan gestionar su pérdida.
En conclusión, las metas de un acompañamiento tanatológico son:
Tomar conciencia de la realidad y de la pérdida.
Ayudar al doliente a expresar todas aquella emociones que en el momento lo estén perturbando.
Apoyarlo a superar los diferentes obstáculos que se presentan.
Que pueda reajustar sus pensamientos y emociones después de la pérdida.
Ayudar al doliente a descubrir una manera más sana de recordar y honrar al fallecido.
Lograr que se sienta cómodo y en paz consigo mismo, cuando vuelva a vivir su vida con alegría.
Mi recomendación es que cuando un duelo suele alargarse demasiado y te está siendo difícil expresar tus emociones, el malestar físico se intensifica o no disminuye, existen fuertes sentimientos de culpa, depresión profunda o prolongada, ira no controlada o bien hay abuso de substancias, es momento de consultar a un Tanatólogo y puedas prevenir futuras complicaciones.
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