Sin duda una de las experiencias más dolorosas que el ser humano puede experimentar es la muerte de un ser querido. Nada ni nadie compensa ese dolor total, porque duele el alma, duele el cuerpo, el corazón y la psique.
El duelo se convierte en un sin fin de sensaciones y emociones abrumadoras, se siente la soledad y se percibe el vacío interior que la muerte deja, se mezclan los sentimientos de coraje, frustración, impotencia y miedo, tan sólo para generarnos incertidumbre de un futuro que hoy no existe.
Me pregunto, ¿qué es lo que más nos duele? La muerte o la ausencia…
Tal vez y de acuerdo a las creencias religiosas de cada individuo, la muerte puede tener trascendencia a un plano espiritual mejor, donde no hay dolor ni pena; tal vez para quien muere sea la oportunidad de experimentar otra dimensión de “existencia”.
Sin embargo, para los sobrevivientes se convierte en un echar de menos a esa persona querida con quien teníamos un acuerdo implícito de “para siempre”, porque estaba en nuestros planes, en nuestra vida y en nuestro sentir.
Se extraña su espacio, su charla, su compañía, su apoyo, su amor…. y el saberse lejos uno del otro, el no poderle tocar o alcanzar duele. Duele tanto que sólo queda recoger a pedazos nuestro corazón.
¿Tú que piensas?
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