Estamos a unos días de celebrar la Navidad, época que por “definición o por mandato” se asume que nuestros sentimientos y emociones están alineados con frases tales como: “Felices fiestas, Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo” y que el contacto y convivencias con nuestros amigos y familiares nos debe hacer felices.
Y nada más alejado de la realidad, no todas las personas viven estas festividades de la misma manera ya que para muchas de ellas sólo representan momentos de tristeza, ansiedad, estrés y en casos extremos depresión y angustia.
Es necesario comprender que muchas personas están atravesando momentos difíciles, tal vez tratando de superar sus propios duelos como la muerte de un ser querido, una separación o divorcio o quizá porque sufrieron alguna pérdida económica o de salud y sus emociones están a flor de piel, por lo que la Navidad se torna en algo “intolerable”.
Entender que estas personas necesitan un espacio diferente y que ser empáticos con sus emociones y sentimientos se hace necesario. Comprender que esa persona está aprendiendo a sobreponerse y a enfrentar la vida de una forma distinta, permitiendo que sean ellos quienes elijan cómo van a celebrar esta festividad.
No podemos obligar a nadie a estar alegre,
cuando en el fondo de su corazón sólo hay tristeza.
La mejor manera de ayudar es a través de nuestra compañía, de prestar atención a través de una escucha activa, sin juicios ni presiones y animándole a desarrollar emociones positivas que los impulsen a retomar su propósito de vida.